Pudor, dice. Es curioso: para tener yo un cuerpecillo bastante desaliñano (barrigoncete, calvorota, peludo como un oso), con él soy muy impúdico. A veces hay que aguantar estar tumbado en una playa solitaria en pelota picada y escuchar el comentario de un pijoteras mientras se encoge de hombros: "hay gente sin complejos". "No como tu señora madre" -dan ganas de decir- "que desde que te tuvo no se asoma a la puerta de su casa".
Pero el pudor al que se refiere parece de otro tipo. También ahí soy impúdico (ya se habrá asomado a la zona fótica y lo habrá comprobado, supongo), excepto con el llanto. Pero eso es más vergüenza que otra cosa.
Y claro que uno habla de uno. Si hablara de los demás sería un cotilla. Y, por cierto, me ENCANTA como redacta Usted. Tras esa escritura limpia sólo puede haber una cabeza brillante. De nada, déjese piropear. Aprenda a dejarse piropear. Al principio cuesta.
Por cierto, Entomólogo, ya que le gusta Cortázar, hay un textito en "un tal Lucas" que viene al caso. Es un poco largo, pero se lo pego:
"Si el invitado que va al baño es Lucas, su horror sólo puede compararse a la intensidad del cólico que lo ha obligado a encerrarse en el ominoso reducto. En ese horror no hay neurosis ni complejos, sino la certidumbre de un comportamiento intestinal recurrente, es decir que todo empezará lo más bien, suave y silencioso, pero ya hacia el final, guardando la misma relación de la pólvora con los perdigones en un cartucho de caza, una detonación más bien horrenda hará temblar los cepillos de dientes en sus soportes y agitarse la cortina de plástico de la ducha.
Nada puede hacer Lucas para evitarlo; ha probado todos los métodos, tales como inclinarse hasta tocar el suelo con la cabeza, echarse hacia atrás al punto que los pies rozan la pared de enfrente, ponerse de costado e incluso, recurso supremo, agarrarse las nalgas y separarlas lo más posible para aumentar el diámetro del conducto proceloso. Vana es la multiplicación de silenciadores tales como echarse sobre los muslos todas las toallas al alcance y hasta las salidas de baño de los dueños de casa; prácticamente siempre, al término de lo que hubiera podido ser una agradable transferencia, el pedo final prorrumpe tumultuoso".
(Julio Cortázar, Un tal Lucas: Lucas, sus pudores).
El texto sigue, pero no quiero plantar un... ladrillo.
Besos, hermoso hexápodo.
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